30 años desde la última renovación de Sevilla

Se conmemora ahora el 30 aniversario del inicio de Expo’92. La Exposición Universal de Sevilla que sirvió como estímulo para revitalizar, ya no solo la capital andaluza, si no toda la región, y prepararla para la entrada en el nuevo siglo XXI.

Sevilla y Andalucía habían sufrido un completo abandono, tanto en comunicaciones como en infraestructuras, durante toda la dictadura militar franquista, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Esto había ocasionado unas enormes diferencias entre el Norte y el Sur de España. El proyecto institucional Expo’92 serviría como motor durante los últimos años de los 80, y los primeros de los 90, para darle a toda la región unas infraestructuras y comunicaciones que la ayudaran a ser competitiva en la siguiente década.

Plano de Sevilla, 1910.

La última gran intervención urbanística sobre la ciudad de Sevilla sería con motivo de otro gran evento, esta vez la Exposición Iberoamericana, que se celebraría en 1929. Esta Exposición no pudo ser etiquetada como Internacional o Universal ya que esta catalogación no llegaría hasta 1930.

Planta coeva de la Ciudad de Sevilla durante la Exposición Iberoamericana de 1929.
Planimetría de la Exposición Iberoamericana de 1929 en Sevilla.

Hay que recordar que antes de Expo’92 se creía que no se iban a celebrar más exposiciones de este tipo, ya que la última se remontaba a 22 años atrás, Expo’70 en Osaka. Ningún país se había atrevido a plantear la organización de un evento de estas características, por la complejidad que suponía, y por los constantes cambios geopolíticos de los años 70 y 80.

Durante la propia organización de Expo’92, sus gestores creían firmemente que esa sería la última de su tipo, que Sevilla pondría el punto final a estos evento que había arrancado en Londres en 1851. Sin embargo, el éxito sin precedentes en número de países representados, y la enorme transcendencia en términos de imagen y publicidad que trajo la Exposición de Sevilla, envalentonó a otros países. De ahí que, 8 años después, Hannover cogiera el testigo con Expo’2000 y desde entonces, cada 5 años se celebra esta cita universal que reúne en un recinto a una enorme cantidad de países bajo un mismo emblema.

Uno de los grande artífices de la proeza que supuso Expo92 fue el Ingeniero cántabro Jacinto Pellón, insultado hasta la saciedad antes y después de la Expo. Creemos que la mejor manera de rendir homenaje a este gran gestor es transmitir sus impresiones tras la inauguración de la Exposición Universal sevillana.

La arquitectura es, sin lugar a dudas, la disciplina principal de una Exposición Universal, por ello, el libro oficial de la Exposición que resume la ingente labor grupal de arquitectos, ingenieros, diseñadores y gestores que supuso la Expo, era el mejor lugar para que Pellón dejara, en su prólogo, sus impresiones personales y profesionales sobre la labor que le había sido encomendada en 1987.

A continuación reproducimos este texto histórico, que resume la gran labor que se hizo durante esos 5 años en los que se construyó, desde cero, toda una ciudad. Y se replanteo la que la acogía, por completo. Porque no fue solo la Isla de la Cartuja, los terrenos en los que se debía celebrar el evento, lo que había que crear, había que desarrollar unas infraestructuras, servicios y comunicaciones que permitieran que la ciudad anfitriona pudiera acoger la Exposición Universal Sevilla 1992 con garantías de éxito.


Abiertas las puertas de la Exposición, cuando las noches restauran el desgaste de los días, en pleno fervor de recepciones y todavía en tiempo de decisiones, resulta dudosa la conveniencia de hacer una reflexión sobre nuestro trabajo. En todo caso, la explicación de las claves que hemos manejado en el proceso de Expo’92 y de la racionalidad que ha presidido la tarea puede ser útil para el recuento que con la debida distanciación podrán hacer otros en su día. Tómese, pues, éste trabajo como una aportación documental.

Vistas aéreas de Sevilla y del área de Expo'92, antes de 1982, y las diversas fases de intervención hasta 1992:

Objetivos y condicionantes

No se trata aquí de complacernos en lo realizado sino de explicar el proceso habido y el método que hemos seguido, así como las razones de determinadas decisiones en función del encargo del Gobierno y que rebasaba el objetivo – con ser éste ya complicado de una Exposición Universal. Esta es la primera idea que quiero avanzar: había que montar Expo’92 y, al tiempo y con ella como excusa, atender a otros objetivos. En efecto, la realización de Expo’92 debería suponer la resolución de graves y viejos problemas de la ciudad y, por otra parte, Expo’92 debería dejar en herencia un territorio privilegiado, altamente cualificado cuyo destino tecnológico, educacional y lúdico a partir de 1993 actuara como motor de desarrollo; con un ojo teníamos que atender las necesidades de Expo’92; con otro, el futuro del 1993. 

Por fin, todo lo anterior se inscribía en una voluntad política de reequilibrio regional Norte-Sur.

Toda esta complejidad que gravitaba sobre el proyecto tenía, además, un escenario que agudizaba dicha complejidad: la elección de Sevilla como sede de la Exposición Universal, esto es, de una ciudad con menos de 700.000 habitantes, con problemas urbanísticos de entidad nada despreciable, con un patrimonio histórico-monumental extraordinario y en una región con gravísimas carencias de comunicaciones y de servicios. No hay precedente en la historia de las Exposiciones Universales, digo Universales, en que una ciudad de estas características haya sido elegida para una acción de este tipo.

Esquema de la nueva red viaria de Sevilla: autopistas de acceso, anillo de circunvalación de la ciudad y nudos de enlace interurbanos, rondas urbanas interiores.

En definitiva, el equipo organizador no se enfrentaba con la realización de Expo’92 en condiciones similares a las que hubieran tenido, por ejemplo, nuestros correspondientes de Chicago, en el caso de que hubiera seguido adelante el proyecto originario de compartir la sede del 1992 con Sevilla. Piénsese que en el caso de otras ciudades como Londres, París, Nueva York, etc., la afección de la Expo a la ciudad no suponía una incidencia muy especial: el número de visitantes, por ejemplo, no llegaría a significar el 10% de su población; en Expo’92 está previsto que llegue hasta casi el 50%.

Esquema de las nuevas autopistas de Andalucía.

Por otra parte, debo decir que contábamos con una ventaja poco frecuente en una Exposición Universal: un territorio que tenía un carácter histórico y simbólico, el más adecuado para esta Exposición Universal, y que se presentaba en su absoluta disponibilidad a escasos 200 m del casco histórico de la ciudad y sólo separado por el cauce del río Guadalquivir: la llamada Isla de La Cartuja. Las obras que ésta exigía tenían la contrapartida ventajosa de un hermoso río por recuperar; una ciudad con la que entrar en diálogo, un casco histórico de la belleza de Sevilla. Las siluetas de la Giralda y de la Torre del Oro eran un aliciente para los nuevos elementos ingenieriles y arquitectónicos. Los nuevos puentes, la apertura del cauce taponado del río, la apertura hacia éste de la calle Torneo, convertida en paseo fluvial, iban a poner en relación el centro histórico de la ciudad con los espacios creados por Expo’92.

La elección de Sevilla no era, sin embargo, producto de una voluntad arbitraria.

Dicho lo anterior; conviene hacer algunas precisiones significativas. Primero, que la elección de Sevilla no era, sin embargo, producto de una voluntad arbitraria. Tenía su razón en la conexión con América en la época del Descubrimiento: durante dos siglos fue «puerto y puerta de América». Segundo, que Expo’92 tendría lugar donde los sevillanos habían querido, en terrenos de una u otra manera predispuestos por vía de sucesivos hechos y actuaciones que venían de lejos – corta del río, ACTUR de La Cartuja, Plan General de Ordenación Urbana de Sevilla. Tercero, que, en todo caso, el objetivo intrínseco era construir Expo’92 y lo demás era un valor añadido.

Vistas aéreas de Sevilla y del área de Expo’92, en las diferentes fases de intervención desde 1987 a 1992.

Un proceso

La ordenación del conjunto recayó sobre dos proyectos.

El lector puede encontrar en este libro (página 2 de este artículo) una breve historia cronológica. S.M. el Rey había lanzado la idea de una Exposición en 1976. En 1985 se decidió la ubicación de Expo’92 en la Isla de La Cartuja. En 1986 se hizo la convocatoria de un concurso para la ordenación del conjunto. La adjudicación del primer premio no sólo no resolvió la opción de un diseño sino que creó una situación de perplejidad ya que aquel recayó sobre dos proyectos: el firmado por el argentino, residente en Estados Unidos, Ambasz, y el firmado por los españoles Fernández Ordóñez, Pérez Pita y Junquera. Las soluciones eran tan encontradas que no era posible la síntesis. Esta situación de impasse se intentó resolver con la solución, arbitrada por el grupo de arquitectos que habían formado el jurado, de encargar al también arquitecto Julio Cano Lasso un proyecto que aprovechase las aportaciones de ambos trabajos.

Proyecto de Fernández Ordóñez/Junquera/Pérez Pita, co-ganador del concurso de ideas para la ordenación del Recinto.
Proyecto de Ambasz, co-ganador del concurso de ideas para la ordenación del Recinto.
Vista aérea de la Isla de Cartuja en 1997.
Solución de síntesis de los proyectos anteriores, formulada por Cano Lasso y otros.

Era ya la primavera de 1987 y praticamente lo que entonces había era voluntad, 300 ha yermas y un abandonado monasterio cartujo de 1400. El ingeniero Ginés Aparicio al frente de un equipo había iniciado ya el Plan Diractor; el instrumento de planificación del Recinto.

Todos aquellos objetivos tenían un plazo, una fecha: el 20 de abril de 1992.

Y nos encontrábamos en el año 1987. No puedo escamotear esta circunstancia temporal. Debo decir que la elaboración de nuestros primeros esbozos – en realidad la primera aproximación concreta a la construcción de Expo 92 – se hizo al incorporarnos, es decir a menos de cinco años de la inauguración. A partir de este dato, a partir de esta exigencia temporal, se puede explicar y comprender el método que debimos aplicar, cómo y por qué tomamos determinadas decisiones, por qué y cómo desechamos o aceptamos determinados criterios que iban a afectar al diseño general de Expo 92. Nuestros equipos tuvieron que comenzar a enfrentarse de forma decidida y definitiva con las obras de infraestructura cuando aún no se conocían las características de la propia Exposición Universal.

Concurso de ideas para la ordenación del Recinto, proyecto de Ambasz, co-ganador.
Perspectivas a vista de pájaro durante y después de Expo’92 según el proyecto co-ganador de Ambasz.

Hago esta advertencia no como una disculpa ante posibles críticas. Por el contrario, me interesa decir que este constrenimiento al que nos vimos obligados quizá nos ayudó o nos determinó a aplicar un método de trabajo que considero de interés. No pretendo hacer de la necesidad virtud, sino decir que a veces a la virtud se llega por la necesidad.

La solución de síntesis de los proyectos de Cano Lasso.

El proyecto de Cano Lasso tenía la ventaja de una serie de criterios que indudablemente había que tener en cuenta, tales como la presencia del agua en el interior del Recinto de La Cartuja, el mantenimiento del muro de cerramiento del monasterio, la configuración del viejo Camino del Alamillo como eje importante de la Exposición, la vertebración del territorio mediante infraestructuras de transporte y comunicación de la Isla con su entorno, la restitución del cauce histórico del río Guadalquivir y la recuperación del meandro de San Jerónimo para la ciudad tras la supresión del ferrocarril y sus correspondientes instalaciones accesorias. Este primer esquema no fue irrelevante puesto que – asumido por el Ayuntamiento de Sevilla, la Junta de Andalucía y la Organizadora de la Exposición – pronto fue ratificado por el Presidente del Gobierno el 10 de enero de 1987.

Vista aérea de la construcción del Recinto de Expo’92 y su integración en la ciudad de Sevilla.

Ahora bien, el proyecto de Cano Lasso llegaba a niveles de concreción y de detalle en una fase excesivamente prematura por cuanto aún no existía una definición de la Exposición Universal propiamente dicha. Esto es, cuando aún estaban por definirse datos básicos como el número de participantes, entidad de cada una de las participaciones, número de visitantes y visitas, etc. Obviamente, de estos datos dependerían decisiones tan importantes como los servicios, la definición de los espacios públicos, la misma ordenación interior del Recinto, etc.

Una Exposición de autor.

Por otra parte, una Exposición «de autor» único e individual chocaba con una caracteristica esencial de una muestra Universal. En efecto, en esta máxima categoría del Bureau International des Expositions, la Organizadora pone a disposición de los Participantes el terreno y la urbanización del conjunto, para que cada uno construya su propio Pabellón. Por contra, en las exposiciones de inferior categoría la Organizadora es la que construye los edificios y las cede o alquila a los Participantes.

Contábamos, pues, con un diseño suficientemente abstracto como para introducir las concreciones necesarias al tiempo que valoraba determinados elementos que había que respetar. Así, teníamos un papel tan válido y valioso como insuficiente.

Plan Director de la Exposición.

Un método

En estas circunstancias, decidimos fijar el mapa de Expo’92 sobre unas pocas ideas base.

Estructura. 

Definición de unos elementos estructurantes del Recinto que nos permitieran acometer ya unas obras de infraestructura para las que teníamos los días contados. Desechábamos, por tanto, la vía de un proyecto arquitectónico de conjunto para centrarnos en la ordenación general del espacio.

Flexibilidad. 

Aquel método nos proporcionaba seguridad en una parte de la obra mientras avanzábamos en la definición de la Exposición propiamente dicha. Es decir, optábamos por una forma flexible puesto que dejábamos espacios susceptibles de ser resueltos luego de una u otra manera, de tal modo que las decisiones posteriores no afectaran a los ejes viarios, a los servicios y su accesibilidad. En definitiva, se trataba de que las exigencias de una Exposición que teníamos que «inventar» – no se sabia cuantos participantes ni su tamaño, ni el número de visitantes – no entraran en contradicción con los elementos básicos y con las obras de infraestructura.

Tráfico. 

Definición de dos tipos de tráfico: uno, peatonal, otro de servicio. Así, por ejemplo, resultó el Camino de los Descubrimientos como unión Norte-Sur del Recinto.

Esquema de líneas de transportes en el interior del Recinto.
Red viaria de La Cartuja para su integración en la red urbana, según el Plan Especial de la Cartuja.

Libertad proyectual a los arquitectos de los Pabellones de los Participantes. 

Fijábamos una ordenación de manzanas, unos retranqueos, unos volúmenes y alturas máximas de edificabilidad.

Y dentro de ese marco, que cada país se expresara según su idea e intereses.

Espacios comunes. 

Estos debían tener fuerza, imagen, calidad y unir la heterogeneidad. Por otra parte, debían responder al clima sevillano, de escasa lluvia, mucho sol, brillante luz y caluroso en verano.

Recinto de Expo’92 y alrededores: Durante la construcción y tras la finalización de obras.

A mediados de 1987 había quedado estructurado el instrumento jurídico-administrativo de gestión: una Organizadora de carácter estatal a la que se le encomendaba esta tarea, la Sociedad Estatal Expo’92, SA.

Por otro lado, a partir de la base temática señalada por el Bureau International des Expositions – La Era de los Descubrimientos – comenzaron a articularse los argumentos de los contenidos expositivos. La Organizadora tendría bajo su responsabilidad los pabellones cuyas exposiciones monográficas deberían dedicarse al «examen de la capacidad de inventiva de la humanidad para hacer frente a los retos y a la dinámica de sus relaciones con sus semejantes«, un homenaje, en definitiva, a la capacidad creadora del hombre.

La prevista última Exposición Universal del siglo.

El hecho de que esta Exposición Universal, posiblemente la última y desde luego la última del siglo, se celebrara ya en un mundo muy distinto al de las anteriores, puesto que vivimos una revolución de la comunicación, determinó que Expo’92 tuviera un carácter acusadamente cultural y de grandes espectáculos.

Estas obligaciones de planear, diseñar y construir edificios propios de la Organizadora – pabellones temáticos y espacios escénicos – nos iba a permitir otra técnica: anticipar al máximo razonable su construcción para incentivar, dar tono, marcar un nivel alto a los Participantes.

Mapas esquemáticos ilustrativos de las transformaciones en la infraestructura de Sevilla y del crecimiento de la ciudad: 1900, 1930, 1949, 1982, 1987, 1992.

Otra cuestión clave que había que afrontar eran los movimientos de masas de visitantes: había que prever los flujos. Y ello en un Recinto de grandes dimensiones. Se configuraron así, por una parte, dos ejes, el Norte-Sur por el Camino de los Descubrimientos, y el Oeste-Este: surgió naturalmente la Avenida de Europa. Por otro lado, el transporte no tenía que ser oneroso. No todo podría ser gratuito, pues confundiría la demanda de paseo de visita con la demanda de transporte funcional. Surgieron, de nuevo fácilmente, dos tipos de transportes: uno, mediante precio, no con afán recaudatorio sino para laminar la demanda; y otro gratuito. Este segundo serían autobuses circulares periféricos que rodean el Recinto; el primero serían los clásicos telecabinas, monorrail elevado, etc.

El éxito del método.

El método, esta ingeniería de gestión en equipo más que la labor de taller individual, nos vino a dar la razón. Por ejemplo, el número de participantes de Exposiciones anteriores oscilaba entre 50 y 70 y el Plan Director previó 60 y 300.000 m² construidos. 

Expo’92 iba a conseguir un récord de 108 países. Tal resultado no alteró nuestros esquemas, ya que habíamos buscado una fórmula que permitía tal convocatoria. Lo mismo podríamos decir respecto a todos aquellos elementos que rodean los pabellones: servicios de todo tipo. Por lo mismo, no significó problema especial que se pasara a 650.000 m² construidos. O que las oscilaciones tremendas entre 1987, con un mundo bien definido y España de moda, y 1990-91, con un planeta cuyo orden mundial cambia radicalmente – caída del muro de Berlín, desaparición de los regímenes del Este, conmoción planetaria por la Guerra del Golfo -, se pudieran superar no solo por la determinación de los hombres y mujeres de Expo’92 sino también por una técnica de gestión flexible.

En busca de la coherencia y la unidad.

Ahora bien, si habíamos desechado un diseño arquitectónico unitario teníamos que dotar al conjunto de una cierta coherencia, de una cierta unidad. Estas iban a conseguirse con una serie de elementos tales como el diseño urbano y la forestación. Teníamos un objetivo claro: proporcionar un nivel de muy alta calidad al conjunto a partir de los espacios comunes, unos espacios públicos agradables, ajardinados, con confort, de colores suaves. en los que el agua y la vegetación representaran un papel primordial.

Versiones y propuestas diversas para la planimetría de Expo'92. desde 1987 a noviembre 1991:

Así pues, la idea de conjunto y la personalidad de Expo’92 vendrían dadas por algunas claves de gran pregnancía y muy adecuadas – necesarias – a una exposición sevillana. Me estoy refiriendo a elementos centrales como las riberas del río, en las que se situaban el Pabellón de la Navegación, el Puerto de Indias, El Auditorio; como el edificio Plaza del Futuro; como El Lago de España, que debería ser el corazón de Expo’92 con sus espectáculos de noche y en torno al cual se articulaban el Pabellón de España y los de las 17 Comunidades Autónomas y, al lado, el edificio Plaza de América; como el Canal de los Descubrimientos, elevado sobre el nivel del río; como las fuentes; como las pérgolas vegetales que dieran sombra natural; como los mecanismos bioclimáticos; como la armonización cromática y gráfica que va desde los catálogos y libros hasta la señalética del Recinto.

Por otra parte, desde el comienzo se inició un vasto plan de forestación, con la plantación de 25.000 árboles y 300.000 arbustos de cerca de siete centenares de especies.

Algunos resultados

Al llegar a este punto considero de interés – y precisamente por tratarse de un libro dedicado a la arquitectura en Expo’92 – un par de reflexiones al respecto. Con los elementos que dieran coherencia al conjunto, en Expo’92 se han conseguido aportaciones que son atributos ya de este acontecimiento: mobiliario urbano, utilización del agua, espacios agradables, disposición de la vegetación… Y en relación con las aportaciones creativas de los arquitectos responsables de los pabellones y de los edificios públicos, la coherencia del conjunto ha permitido una libertad creativa de enorme fecundidad. Hasta tal punto que no ha sido retórico uno de nuestros slogans: Expo’92 como una muestra de la arquitectura mundial. La riqueza y diversidad de estilos es uno de los atractivos principales de esta Exposición. Al tiempo, ha permitido que cada Participante haya podido expresar a través de su aportación arquitectónica una cierta revelación de su modo de ser o, al menos, de la imagen que quería mostrar al mundo. La diversidad de fórmulas arquitectónicas es, en cierto modo, un test internacional seguido con verdadera pasión por la inmensa mayoría de los visitantes y, en no menor grado, de los especialistas. No es de extrañar; pues, que la arquitectura sea el primer elemento expositivo de Expo 92.

En definitiva, el estilo de Expo’92, la marca de esta Exposición, su principal innovación ha sido la coherencia y calidad de los espacios comunes junto a la libertad creativa arquitectónica.

Pero no puedo olvidar que escribo para un libro sobre arquitectura, ingeniería y diseño. En este sentido, quiero reiterar la valoración de un hecho que siempre he tenido en cuenta en mi trabajo: la garantía de la obra bien hecha. cuando se trata de una empresa tan compleja como una Exposición Universal, viene dada por el trabajo en equipo, interdisciplinar. Sobre ese cañamazo, en ese contexto nunca secundario, también protagonístico, pueden instalarse las aportaciones personales, la creatividad individual.

Si era difícil imaginar; hace cinco años, la transformación de la Isla de La Cartuia en el actual Recinto de la Exposición – edificios, lago, canal, puentes, jardines, riberas nuevas del Guadalquivir, el frente de la ciudad liberado -, no menos difícil resulta hoy, a la vista de la realidad, recordar aquellas 215 ha, yermas, inhóspitas que recibimos. Afortunadamente, los documentos gráficos suplen la fragilidad de nuestra memoria y con mayor razón la de aquellos que no hayan podido vivir esta singular experiencia.

El 20 de abril de 1992 se inauguró Expo’92. Todos los obietivos marcados se han cumplido. El lector y el visitante valorarán la Exposición. 1993 y más allá es tarea de otros, especialmente de la sociedad civil. A ello contribuirá, espero, Expo’92 y, en su terreno, este libro.

Jacinto Pellón, Presidente Ejecutivo de la Sociedad Estatal para la Exposición Universal Sevilla 92, SA. Prólogo para el Libro Expo’92 Sevilla, Arquitectura y Diseño. ISBN 84-86925-74-6

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