Desde la llegada de Trump a la Casa Blanca comenzaron los problemas para las empresas chinas, con limitaciones gubernamentales sobre qué tecnología pueden venderse a China y quién puede trabajar para las empresas del país gobernado por el PCCh. El cambio de habitante de la Casa no supuso una relajación en esa política, más bien un aumento en las restricciones.
La fabricación de chips es cada vez más compleja, debido a los avanzados que son estos componentes, vitales para la electrónica de consumo y profesional. Cuanto más complejos son, más aumenta el riesgo de dependencia tecnológica de los consumidores a los proveedores, y estamos hablando de países.
EE UU ve a China como un competidor en la industria tecnológica, pero también como un proveedor de alta tecnología. Al tener presente este riesgo latente, y cuando aún tiene el poder comercial para hacerlo, quiere aprovecharlo para que la fabricación vuelva a EE UU, con generosas ayudas federales. No es el único jugador en la arena geopolítica con esta agenda, gobiernos de Europa y Asia, con fabricantes nacionales relevantes, han introducido políticas similares de apoyo a su sector tecnológico.
Este nacionalismo de chips, una industria que mueve 468.875 millones de euros, puede cambiar profundamente un sector caracterizado, desde su eclosión, por estar basado en la globalización.
Trayendo los chips a casa.
Para ayudar en esta deslocalización de la producción comercial de los chips, desde 2022 EE UU está destinando una ingente cantidad de dinero (48.763 millones de euros) a financiar la construcción de fábricas de semiconductores. TSMC, el gigante taiwanés de chips, ha invertido 37.510 millones de euros en la fabricación en EE UU de los chips más avanzados, destinados a las aplicaciones de defensa, prioritarios para el gobierno norteamericano.
Aunque, a pesar de las ayudas del gobierno, los costes de fabricación de chips en EE UU son un 50% más altos que en Taiwán. Esto va a suponer un incremento de los costes, que van a ser trasladados a las empresas que van a instalar esos chips en sus equipos. De esta manera, se prevé que los dispositivos de las firmas americanas, como los teléfonos Apple, y las tarjetas de Nvidia vean incrementados sus precios al verse políticamente forzados a comprar los chips que se fabriquen en EE UU.
Está por ver cómo continúa esta política, y si económicamente es sostenible para el Gobierno, ya que si las fábricas no se siguen beneficiando de las subvenciones, es poco probable que puedan continuar operando debido a los altos costes de mano de obra que supone llevar la fabricación a Occidente. En contraste con lo bajos costes salariales de Asia.
Taiwán produce más del 60% de los semiconductores del mundo y más del 90% de los más avanzados, hasta ahora, estos sólo se fabricaban en Taiwán.
EE UU y Taiwan son aliados políticos y comerciales, sobretodo por el peligro que supone para EE UU perder su influencia en el paso físico que supone la Isla de Taiwan.
Taiwán limita la salida de China al Pacífico y forma parte de la llamada primera cadena de islas, junto a Japón, Corea del Sur y Filipinas, aliados de Estados Unidos. Si China se hiciera con la isla, EEUU temería por sus bases militares en las islas de Guam y Hawái.
Pero Taiwan, líder mundial indiscutible en la fabricación de chips, no quiere perder su posición de liderazgo, porque eso le pondría en una zona de peligro, aún mayor, frente a China y sus intenciones nada veladas de una invasión. Es por eso que Taiwán aprobó una ley de subsidios en noviembre de 2022 para otorgar a sus empresas del sector onerosas exenciones fiscales. Japón y Corea del Sur han hecho lo propio. Nadie quiere ver como se fugan sus empresas de fabricación al extranjero.
La respuesta china.
Las empresas chinas están capeando como pueden las restricciones que está poniendo EE UU a la venta de chips avanzados a China o su instalación en equipos chinos. En realidad el PCCh poco puede hacer por sus empresas ya que China no tiene la capacidad de devolver el golpe a EE UU con sus propias restricciones comerciales. Excepto por sus tierras raras, claves en la fabricación de chips.
China controla el 80% de la capacidad de refinación mundial de materiales de tierras raras. Estos son esenciales para fabricar aviones de combate y componentes de dispositivos de consumo, como baterías y pantallas. ¿Por qué entonces el PCCh no ha usado esto para presionar a EEUU? porque hoy por hoy, sería como dispararse en el pie.
La industria china de los chips depende de una cadena de suministro global, donde son otros países, como Países Bajos, los que les proveen de las máquinas de litografía, o los norteamericanos, de la propiedad intelectual de los chips. Enemistarse con el líder del grupo de países que les proveen de lo indispensable para su propia industria no parece lo más inteligente. Y si algo caracteriza a la China contemporánea, es su pragmatismo.
Así que China va a hacer los mismo que el resto de países, apoyar a su industria con subsidios y otras ayudas a su industria patria para lograr llegar a la autoasuficiencia y no depender de la tecnología extranjera.
El resto del mundo.
Como hemos dicho más arriba, hay otros países que no son EE UU, China o Taiwan que tienen mucho que decir en la fabricación de chips. Países Bajos, Japón y Corea del Sur controlan procesos clave de fabricación que ni China ni EE UU pueden reemplazar con alternativas nacionales.
A pesar de los importantes esfuerzos gubernamentales para lograr una mayor autosuficiencia, este sector está tan globalizado que un semiconductor puede diseñarse en Estados Unidos, fabricarse en Taiwán con productos químicos de Japón y Alemania, ensamblarse con equipos de los Países Bajos y acabar empaquetándose en China. Como dijo un analista al Financial Times: «La autosuficiencia en semiconductores es una fantasía para cualquiera: desde los productos químicos, a las herramientas de producción, pasando por el software, hasta los propios chips, no pueden ser monopolizados por un solo país».
La creación del nuevo Telón de Acero Tecnológico.
Con Taiwán pudiéndose aliar con EE UU en el control de exportaciones, a los que se les unen los aliados habituales del líder occidental, la industria de los semiconductores puede separarse en dos de facto. La alianza americana por una parte, y en la otra, China junto a los países a los que la nación asiática está presionando para que adopten sus tecnologías, como los países del sudeste asiático, Medio Oriente, Eurasia y África, a cambio de ayuda financiera y acuerdos comerciales.
Esto dará lugar a volver a dividir el mundo con una nueva cortina de hierro que no se veía desde el 19 de agosto de 1989, cuando los húngaros y austríacos obviaron las fronteras soviéticas y se reunieron simbólicamente en un evento. Un gesto que puso fin al telón de acero que había dividido el mundo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. ¿Estamos presenciando la creación de las bases de una nueva separación del mundo en dos bloques?
Cortina de hierro o telón de acero son dos locuciones históricas que proviene de las expresiones Eiserner Vorhang (en alemán) y Iron Curtain (en inglés). El nombre hace referencia a la frontera política, ideológica, y en algunos casos también física, entre la Europa Occidental (bloque capitalista) y Europa Oriental (bloque comunista), tras la Segunda Guerra Mundial.
Imagen de portada de Maxence Pira
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