Dos crisis económicas, dos maneras de afrontarlas

Después de un colapso económico hay distintas maneras de resolver el problema: Se encarga el Estado o lo hace el sector privado. En EEUU probaron las dos.

Dos maneras de solucionar una crisis económica.

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En los años 20 en EE.UU. Había bancos que entregaban préstamos a corto plazo llamados «bullet payments back«. Básicamente consistían en que sus hipotecados solo pagaban los intereses que generaba la hipoteca de sus casas, pero no el crédito en sí, por lo que en realidad no estaban liquidando el préstamo, lo que en la práctica significaba que no estaban comprando la casa. Pero eran muy atractivas porque al pagar mensualmente sólo los intereses y no en crédito, la mensualidad era baja.

Los últimos cinco años del préstamo, el hipotecado tenía que pagar todo de una vez. Como era previsible, esos préstamos solían fracasar y se tenía que pedir un nuevo préstamo.

El objetivo de este entramado era que los hipotecados tuvieran que pagar intereses siempre, como si se tratase de una vivienda alquilada, ya que no se conseguía liquidar el préstamo. Pero al llegar la Gran Depresión, la crisis económica de los años 30, subió el desempleo, las familias no pudieron hacer frente a los pagos mensuales y llegaron las ejecuciones hipotecarias.

A Franklin Roosevelt, le tocó ser presidente entre 1933 y 1945, por lo tanto, en la época de la Gran Depresión. Roosevelt decidió solucionar el problema de las ejecuciones hipotecarias fundando un banco, The Home Owners Loan Corporation, propiedad del Estado, con el objetivo único de comprarle a la banca comercial los préstamos que los hipotecados no podían pagar, que al no tener mucho valor, tenían un precio muy bajo.

Entonces el Gobierno negoció nuevos préstamos con las familias, permitiéndoles que se quedaran en sus viviendas.

Al refinanciar una de cada cinco hipotecas, el programa del Gobierno permitió que un millón de familias conservaran sus hogares. Y no solo eso, como las familias fueron pagando los créditos a través de los años, el Gobierno consiguió una pequeña rentabilidad, lo que supuso dinero para las arcas del Estado.

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Al inicio del siglo XXI los bancos vieron que los bonos inmobiliarios, básicamente bonos que agrupaban hipotecas en regla y con pagos al corriente además de una baja tasa de interés, ofrecían al inversor bancario un alto rendimiento junto con un bajo riesgo, de ahí que se pusieran de moda.

En un ansia por disponer cada vez más de estos bonos en cartera, para lo que eran necesario tener hipotecas que lo formaran, los bancos comenzaron a ofrecer créditos hipotecarios sin que fuera necesario comprobar ingresos, tener un historial crediticio y con tasas de interés cada vez más altas. Cuando estos hipotecados con solvencia económica baja y respaldados por una vivienda cuyo precio real era bastante inferior al especulativo, comenzaron a dejar de pagar los créditos, los bonos fueron poco a poco disminuyendo su valor y a estas hipotecas se las consideraron activos tóxicos.

La burbuja de las hipotecas tóxicas estallaría a finales de 2007 y traería consigo la gran crisis hipotecaria de principios del Siglo XXI que a su vez acarrearía una ola mundial de desalojos y ejecuciones hipotecarias, afectando sobretodo a familias de clase media y bajos ingresos. Ocho millones de estadounidenses se verían afectados y perderían sus hogares.

Para solucionar el entuerto, en esta ocasión, el Gobierno idearía un nuevo plan, parecido, pero distinto al exitoso de Roosevelt, en el que en lugar de que fuera el Estado el que gestionara las hipotecas basura, serían las entidades privadas, con fondo públicos.

Para poner en marcha este plan, el Gobierno le pagaría al actual secretario del Tesoro, Steven Mnuchin y a un grupo de inversores, a través de subsidios, más de 1.000 millones de dólares para que se hicieran cargo de un banco insolvente, que se dedicaría a realizar ejecuciones hipotecarias, afectando a más de 100.000 personas.

Por su parte, el actual secretario de Comercio, Wilbur Ross, se haría con otro banco insolvente durante la crisis financiera, aceptando también 1.000 millones de dólares de parte del gobierno para salvar al mismo, mientras el banco se encargaba de embargar las viviendas a las familias.

El mayor banco de EE.UU., JPMorgan Chase, se encargaría a la vez de financiar grandes negocios dando préstamos para comprar viviendas procedentes de hipotecas subprime o afectadas de alguna manera por la crisis. Como es el caso de Tom Barrack, que construiría un imperio al comprar más de 35.000 casas con hipotecas y convertirlas en viviendas de alquileres caros. Básicamente, haría que los inquilinos pagaran su gigantesco préstamo bancario. Otro amigo de Donald Trump que se beneficiaría de estos mega créditos sería Steve Schwarzman, que se haría con otro imperio de más de 70.000 propiedades con las casas de esas familias afectadas por las subprime.

Pero ¿quién estaba detrás de estos grandes prestamos? Jamie Dimon, presidente y director ejecutivo de JPMorgan Chase, la entidad bancaria que gestiona miles de millones de dólares respaldados por hipotecas cuyos beneficiarios son propietarios corporativos.

Lo que tienen en común Jamie Dimon, Steve Mnuchin, Wilbur Ross, Tom Barracks y Steve Schwarzman, aparte de tener amistad y lazos con el actual presidente Donald Trump, es que se ven a sí mismos como grandes capitalistas que saben aprovechar el momento, pero la realidad es que la fuente original de su patrimonio procede de los contribuyentes. Si el Estado no les hubiera entregado esas grandes sumas económicas durante y después de la crisis, no hubieran podido crear esa riqueza corporativa.

Después de un colapso económico hay muchas maneras de resolver el problema. Los estadounidenses actuaron de dos maneras antagónicas ante una misma situación en las últimas dos grandes crisis financieras. La primera vez, el Estado se encargaría de los prestamos hipotecarios directamente, donde estaba el germen del problema. En la segunda, le darían al Mercado esa instrucción derivando en ellos la gestión del problema.

El resultado final es que la resolución de la segunda crisis supuso volver a un nivel de desigualdad en la distribución de la riqueza no visto en los últimos 100 años.

Y ahora, vamos hacia la tercera.

Esta información la encuentras en «Homewreckers: How a Gang of Wall Street Kingpins, Hedge Fund Magnates, Crooked Banks, and Vulture Capitalists Suckered Millions Out of Their Homes and Demolished the American Dream» de Aaron Glantz, periodista de Reveal, parte del Centro de Investigación Periodística, quien ha ganado dos veces el premio Peabody y ha sido finalista para el Pulitzer.

Imagen de portada de Tom Rumble