Leyendo el excelente artículo de BBC Mundo acerca del 50 aniversario de Stonewall me he quedado un tanto impresionado al descubrir como era la mentalidad imperante en la sociedad, hace sólo 50 años, de la que, ya entonces, era la capital cultural y económica del mundo libre.

Estamos en el Estados Unidos de 1969, y los hombres y mujeres homosexuales (y no armarizados, importante acotación) vivían en un constante estado de alerta ya que:
- Las relaciones sexuales consentidas entre hombres o entre mujeres eran ilegales en todos los estados de EE.UU., excepto Illinois.
- Tenían vetado trabajar para el gobierno federal o el ejército.
- No podían ejercer muchas profesiones, como el derecho o la medicina.
- Miles de gays eran arrestados cada año en Nueva York por «crímenes contra la naturaleza» o comportamiento lascivo.
- Bailar con alguien del mismo sexo podía interpretarse como una ofensa «lasciva».
- No había locales legales para homosexuales en Nueva York, ya que las leyes de bebidas alcohólicas se podían interpretar de tal manera que servir alcohol a gays y lesbianas podía llevar al bar la pérdida de su licencia.
Este último punto era el motivo por el que el bar con pista de baile Stonewall Inn no tenía licencia y, aunque estaba regentado por la mafia, para los Gays de Nueva York era un lugar donde poder bailar y divertirse sin miedo. Pero durante el verano de 1969, las cercanas elecciones a la alcaldía de la ciudad hicieron que las redadas fueran más frecuentes en el Stonewall Inn. No tener licencia para la venta alcohólica era el motivo esgrimido, pero escondía en realidad un proceso de acoso y derribo a la incipiente y desconexionada población gay de Nueva York que no paraba de crecer, ante el estupor del ayuntamiento.

A la 1 de la mañana del viernes 28 de junio de 1969 6 policías entraban en el Stonewall Inn para realizar la que sería la segunda redada en esa misma semana. Y aunque inicialmente todo fue como era habitual, con los clientes haciendo chascarrillos y mostrando la documentación requerida, la chispa saltó en un momento dado. Y los hombres y mujeres, muchos de ellos adolescentes, acabaron enfrentándose a la policía por lo que creían era un abuso.

La adrenalina y emoción de ese momento llevó a que un adolescente, que llevaba seis semanas en la gran manzana, escribiera en el suelo y en las paredes de la calle, con tiza, Tomorrow night Stonewall.
De dejarse mangonear, como hasta entonces, esos hombres y mujeres pasaron a plantar cara y hasta acorralar a los policías en el local.
Era un llamamiento a la movilización a reunirse al día siguiente para seguir plantando cara, para que lo de esa noche no quedara sólo en una trifulca. Y el levantamiento ciudadano duró 5 noches seguidas.

Pero lo importante de esa primera noche fue el hecho de que unos ciudadanos excluidos tomaron conciencia de que había que luchar. Que había que pintar paredes, salir a la calle, entregar panfletos, organizarse, unirse. Hacerse visibles. Y eso suponía la gran ruptura con lo que hasta entonces había sido la postura de los gays y lesbianas en la era contemporánea. Muchos homosexuales estaban luchando por la no discriminación, pero bajo las reglas que imperaban en esa sociedad, el «haz lo que quieras pero no molestes».

El levantamiento de Stonewall suponía un cambio de paradigma. La visualización, el ruido, como bandera. Y de ahí que un año después se organizara la primera manifestación por las calles de Nueva York que desencadenaría en muchas otras y que posteriormente llevaría la palabra «orgullo» como emblema.
Desde entonces, ser visible, no esconderse, ser escandaloso, colorido, orgulloso, transgresor y alegre sería el motor reivindicativo de la comunidad LGTB.
Hace 50 años.

Foto de portada: Cartel en la pared dentro del Stonewall Inn en Nueva York. Foto REUTERS/Brendan McDermid